El Romanticismo
español tuvo una duración corta, pero intensa. Desde principios de siglo,
algunos intelectuales periódicos manifestaban una oposición clara a los
principios del Neoclasicismo, pero fue en 1833 con el regreso delos exiliados
cuando las ideas estéticas del Romanticismo se imponen. El fervor romántico se disipó pronto y afínales
de los cuarenta se empieza a divisar una nueva estética.
El Romanticismo
español tiene como punto de partida el rechazo del movimiento anterior, el
Neoclasicismo y la proclamación de la libertad e independencia del artista; se
mezcla la fe con el pensamiento y la voluntad para formar un impulso
reconstructor, es ardiente dinámico y civil.
El romanticismo
fue introducido con éxito en el teatro español por Ángel de Saavedra, duque de
Rivas, con Don Álvaro o la fuerza del sino (1835). Discípulo del duque de Rivas
fue el poeta y dramaturgo José Zorrilla, quien comparte con aquél el mérito de
haber recuperado los temas legendarios e históricos en brillantes poemas
narrativos. El espíritu romántico de rebeldía está representado por José de
Espronceda, considerado pro algunos críticos como el mejor poeta español de
este periodo. Para muchos, la obra de Espronceda se ve superada por la de
Gustavo Adolfo Bécquer, quien quizá compuso los poemas románticos más delicados
de la lengua española.
La prosa
romántica de más calidad se encuentra en los escritos de los costumbristas,
autores que describieron al pueblo y sus costumbres desde una nueva
perspectiva. Este tipo de prosa está impregnada de un afilado tono satírico en
los artículos de Mariano José de Larra, que también escribió varias obras
teatrales y una novela. Si bien sus obras no figuran entre las más destacadas
de los escritores románticos españoles, Larra fue uno de los autores más
interesantes de ese periodo, debido a lo atormentado de su existencia y al alto
grado de introspección que alcanza en su obra.
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